La elección de Trump confirma el ciclo en el que se halla la decadencia imperial. Esta conclusión sería la misma, si la ganadora hubiese sido Harris, porque antes que caracterizar los matices y la retórica de un Gobierno, hay que observar cómo conduce el régimen de dominación.

Estados Unidos no solo es la representación de un poder político que ahora toma prestado el discurso de Trump, sino la articulación en dicho país de factores de poder real para ser aplicados dentro y fuera, como centro del capitalismo mundial, que afronta pugnas con otras hegemonías, dentro del mismo sistema de mercado y disputa de los bienes del planeta, ante hiperpotencias que retan la preeminencia que hasta este momento EEUU tiene, pero en declive; y que en el terreno geopolítico se caracteriza por la propulsión de la guerra como medio de despojo y resolución violenta, arrasando lo que se les antoje necesario, dejando de lado los clamores de los pueblos por derechos colectivos y compromisos frente a la crisis sistémica.

Trump representa un estilo chocante, referido a derechos de los migrantes, de las mujeres, reproductivos, de reconocimiento de la hecatombe ambiental, y de conducta supremacista y genocida, que son una demostración de la profunda crisis de cohesión que viven en los EEUU, en donde asoman las garras del fascismo que ya sufrió Europa y que también ha traspasado de nuevo las puertas de naciones de ese viejo continente para reinstalarse en la OTAN, como ordenación militarista y de dominio estratégico en el orden capitalista de Occidente, alianza bélica a la que Trump le pulirá algunas aristas.

La retórica de Trump es que parará guerras, pero está comprometido con impulsar más el genocidio sionista contra Palestina, a lo que se suma ahora la campaña de arrasamiento y conquista israelí en Oriente Medio. Para la causa popular e insurgente de Colombia, así como para otros países con procesos de camino propio, esa fórmula de amenaza, chantaje y aniquilación, no se hará esperar, manteniendo el imperio su delirio de mantenernos como patio trasero. Contener este plan requiere de suficientes fuerzas, entre ellas las morales y de la convicción política afirmada en la soberanía, dinámica en la que se verá de qué lado se colocan los gobiernos latinoamericanos, que deberán rechazar ser administrados modernamente como colonias.

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