EDITORIAL
En Colombia, las empresas de la comunicación que ejecutan una parte de los planes de expansión y consolidación de los grandes capitales han usado la figura del enemigo interno para crear una opinión pública que demonice las alternativas populares al capitalismo y vea en la insurgencia la causa de todos los problemas.
El megáfono alcanza incluso para que algunos desconcienzados logren defender los intereses oligárquicos y despojadores por sobre los propios, condenándose ellos mismos a la miseria e indignidad.
Hoy el gobierno que debió encarnar absolutamente las exigencias del bando popular que masivamente bloqueó el país reproduce esta lógica de acción y, con la excusa de hacer la guerra al ELN, se recoge en las posiciones miserables de aquel que por elecciones, indicadores o posibilidad de gobierno habla en contra del pueblo organizado y su histórica búsqueda de liberación.
Sabemos que la fuente de la acción liberadora es el mismo pueblo que sufre la opresión de clase, que es estructural, histórica y toca todas las dimensiones de la vida humana.
Han sido más de 500 años de historia y acumulado de liberación en Colombia. De hecho, saben los viejos en sus comunidades las tácticas que sus ancestros usaron para conservar su cultura, para escapar a la libertad o para defender las condiciones generadoras de vida en la selva del Pacífico, y saben de aquellos objetivos estratégicos que aún se conservan: Autonomía y libertad.
Quizás al presidente se le ha olvidado que el pueblo poco habita en X, que sigue organizándose y que, independiente del Estado, construye y lucha por una vida digna.
El ELN es hijo de ese pueblo; hemos salido de allí hacia las montañas para convertirnos en revolucionarios de tiempo completo. Desde allí comunicamos, formamos y nos formamos todos los días. Leemos las nuevas condiciones globales, los sectores de clase en Colombia, la correlación de fuerzas. Pensamos como organización político-militar cómo continuar agrietando el capitalismo, cómo apoyar al mismo pueblo que se organiza, que despierta ante la injusticia.
Lo hacemos porque también somos cristianos, porque el amor eficaz está en la médula de nuestra opción de vida. Lo hacemos porque aún el pueblo nos exige que el acumulado militar del bando popular no se difumine y siga al servicio del proyecto de liberación.
La liberación no es una opción, más bien se ha mantenido como proyecto en construcción que se hace visible en todo aquel que continúa indignándose por la injusticia que se impone por todo el país.
Esta se materializa en innumerables esfuerzos de dignidad que por todo el mundo celebran la fiesta de los iguales, de los justos, que se reúnen en sus tierras recuperadas, barrios periféricos y colectivas de todo tipo para profundizar en los medios que nos lleven a un orden social nuevo, justo.
Con aquellos siempre nos hemos aproximado para hacer lecturas conjuntas, afinar los instrumentos y las tareas que le corresponden a cada quien y, aunque no sean Elenas o Elenos, mantienen un proyecto afín, que es la liberación del pueblo que sufre. Sabemos también que millones seguirán receptando el mensaje de amor y de liberación, que siempre se convierte en la única opción ante un orden injusto.
No sorprende que la opción armada del bando popular sea hoy objeto de la mentira del que le pone límites a la liberación de su pueblo y que se decanta por los caminos del opresor.
Él, las empresas de comunicación y los otros medios alternativos que encarnan la voz oficial del Estado continúan reproduciendo la figura del enemigo interno y quieren a toda costa hacer pensar al país que el ELN ha dejado de ser un actor
valido en el proyecto de liberación del pueblo colombiano, clara intromisión de la postura de Malinche, la que se arrodilló ante el opresor, y triste para los registros históricos del primer gobierno que pudo asumir con entereza el interés de clase del bando popular y que hoy se estrella con una realidad que no ha podido leer con claridad.
Ya lo dijo nuestro comandante Uriel: estamos en todas partes y, afortunadamente, continúa siendo así. El ELN y su proyecto político sigue íntimamente ligado a todas las esferas sociales del país que buscan dignidad.
Somos hijos del pueblo, moriremos siendo hijos del pueblo y en vida estamos abocados a permitir que el proyecto de liberación en Colombia y el mundo siga creciendo. La resistencia y rebeldía es la opción se riega por toda la geografía y mantendremos a toda costa el acumulado popular que hace 60 años se ha armado.
Y que no se entienda mal. La voluntad de paz está integrada en nuestra conciencia del amor eficaz. No podríamos respetar la memoria del Comandante Camilo Torres Restrepo si no deseáramos la paz como contexto cotidiano de justicia, pero la paz continúa siendo usada como arma contrainsurgente y como discurso vacío, incluso en el gobierno liderado por Gustavo Petro. Además, las condiciones de paz, consideramos, solo pueden ser puestas por el pueblo que sufre.
“Ni Un Paso Atrás Liberación o Muerte” sigue manteniendo el espíritu de todos los comandantes y militantes que han pasado por nuestra organización y hoy tenemos la certeza de que el proyecto de liberación nacional e internacional continúa brioso en los rincones donde cada vez llega menos la publicidad y los engaños de X y las demás empresas de comunicación.
El ELN no tiene afán; nuestra concepción de lucha no se ajusta a los tiempos de gobierno de la democracia burguesa, no camina bajo el engaño y la unilateralidad de aquel que solo quiere un titular de prensa. La verdad la podrán manipular, pero el pueblo sabe quién es el ELN en sus territorios y eso nos mantiene en disposición de lucha.
Montañas del occidente colombiano
Frente de Guerra Occidental Ogli Padilla
¡Comandante Fabián, venceremos!