Editorial:
El Chocó un Territorio Invisible y Olvidado.
Es una práctica ya recurrente que los titulares de las empresas de la información solo se ocupen del departamento de Chocó cuando ocurre alguna tragedia como la que actualmente se vive, esta vez provocada por la crisis climática y como resultado de décadas de saqueo y destrucción del ambiente.
En un país racista y clasista como el nuestro, poco importa la suerte de un departamento donde el 80% de su población es afro y el 12% indígena. Entre la indiferencia social y el abandono estatal hoy 200 mil personas padecen el drama del invierno.
Y es que las condiciones de exclusión social, inequidad y falta de oportunidades que padecen los chocoanos contrasta, con la riqueza biodiversa y de recursos públicos de su territorio los cuales han sido saqueados desde la época colonial.
Un departamento que se creó con esclavos traídos de África y con la casi aniquilación de la población indígena originaria, fue el legado que nos dejó el colonialismo occidental: explotación física, aniquilación cultural y ancestral de nuestros pueblos.
La tradición cultural indígena y afro han desarrollado su tejido social e identidad étnica a través de los ríos. Este, más que un medio de comunicación es el espacio donde se asientan, conviven y trabajan. La caza, la pesca, la agricultura y la minería artesanal hacen parte de sus raíces ancestrales.
Pero esta cosmovisión fue violentada desde el siglo XV. El departamento de Chocó fue el primer productor a nivel mundial de platino finalizando la década de 1910, sumado a su riqueza aurífera hizo que empresas extranjeras se adueñaran de la explotación minera.
En 1920, ya estaba en el municipio de Andagoya -sobre el río San Juan- la compañía norteamericana Chocó Pacífico y con ella la tecnificación de la explotación minera a gran escala: la llegada de dragas, la desviación de los ríos y el uso del mercurio que causo enormes daños ambientales, sociales y culturales.
La contaminación con agentes tóxicos del río San Juan acabo con la pesca, causo la perdida de flora y la migración de la fauna por los altos índices de ruido, además de la sedimentación del agua que acabo con el plancton para los peces.
En la década de 1990, las empresas madereras con la ayuda de funcionarios corruptos en las entidades estatales, recibieron parte de las tierras de la titulación colectiva contenida en la ley 70 de 1993 y que iban destinadas para los grupos étnicos.
Fue así como estas tierras se utilizaron para la explotación maderera. La deforestación también contribuyo a la alteración del cauce de los ríos, a la aceleración de la erosión de los suelos y la remoción de la capa orgánica, lo cual ha incrementado las constantes inundaciones en las comunidades aledañas a los ríos.
El narcotráfico de marihuana y cocaína llego al departamento gracias a Pablo escobar, Carlos Lehder, los carteles de Medellín, Cali y el Norte del Valle. Negocio que fue heredado por el paramilitarismo y la “alta sociedad” colombiana. Con la siembra de hoja de coca los territorios acabaron de completar su ciclo destructivo.
Hoy, según algunas cifras del DANE el 79% de la población se encuentra con necesidades básicas insatisfechas y existe una pobreza extrema del 34%, la marginalidad y el aislamiento social son el pan de cada día para sus habitantes.
Los dueños de la retórica mediática encargados de distorsionar la realidad, hoy salen a lamentarse por los damnificados, en pocos días o quizás semanas, el Chocó seguirá siendo el mismo lugar invisibilizado y olvidado, en manos del narcoparamilitarismo, auspiciado con el silencio cómplice de la clase política y el estado.
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Noviembre 19 de 2024