Con estadísticas en Colombia pretenden demostrar que la pobreza disminuye, datos que el Gobierno magnifica, pero la realidad evidencia que el capitalismo no se detiene en aumentar el empobrecimiento, el hambre y la exclusión de la población, a la vez que representa una amenaza existencial para el Planeta.

Para explicar por qué concedieron el premio Nobel de economía de este año, el Comité que lo otorga, dijo que: «hoy en día, el 20 por ciento más rico de los países son alrededor de 30 veces más ricos que el 20 por ciento más pobre. Las brechas de ingresos entre países han sido muy persistentes en los últimos 75 años. Los datos disponibles también muestran que las disparidades de ingresos entre países han aumentado en los últimos 200 años. ¿Por qué las diferencias de ingresos entre los países son tan grandes y persistentes?”

Premiaron a los economistas Acemoglu y Johnson porque en sus respuestas a esta pregunta, explican que persiste el despojo del colonialismo, que fortaleció al capitalismo como sistema depredador y explotador de la gente, los países y la Madre Tierra. Estudiaron también la contradicción de las economías actuales, donde con tecnología persiguen aumentar la productividad del trabajo, acarreando mayores niveles de desigualdad social, hambre y pobreza. Además concluyeron que las revoluciones preceden a los cambios económicos, no al revés.

En nuestro país, es evidente que la pobreza y el hambre seguirán creciendo, mientras sigamos esclavos de pagar los intereses de la Deuda Externa, que anula la posibilidad de pagar la Deuda Social; así, la riqueza que produce el país la arrebatan los piratas financieros, pues mientras los sectores productivos de la sociedad tratan de sobrevivir por medio de la creación de riqueza, los corsarios financieros la destruyen.

Son vanas las salidas superficiales para salvar al Planeta, como suenan huecos los discursos para hacer cambios cosméticos al modelo económico y a su perro guardián, el viejo régimen que persigue y elimina al Enemigo Interno; las soluciones están en las transformaciones profundas de las causas que generan la explotación y depredación del pueblo y de la naturaleza, cambios de fondo que solo son posibles desde una visión del anticapitalismo radical, que guíe la lucha de resistencia para lograr la liberación y dignidad del pueblo, la nación y la Madre Tierra.

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