Comandante Antonio García
Estamos ante una creciente militarización del mundo, el informe anual # 65 de “Military Balance”, del británico Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), publicado este febrero, deja claro que una vez más y de manera consecutiva, el gasto militar mundial aumentó un 9 por ciento interanual, y alcanzó los 2.2 billones de dólares en 2023.
El gasto en defensa de los Estados miembros de la OTAN aumentó un 50 por ciento del total mundial, sin incluir a EEUU, una desproporción en términos económicos y un aumento irracional de la capacidad de destrucción concentrada en una alianza militar, cuyos Estados aliados tan solo representan la octava parte de la población mundial.
Rusia gasta ahora un 7,5 por ciento de su PIB en el ejército y proyecta seguir ascendiendo, China por su parte mantiene una inversión militar del 2 por ciento, teniendo en cuenta que ya venía en un plan de largo plazo de modernización militar, diseñado para crear un ejército de “talla mundial” más autónomo, cuyos desarrollos dependieran menos de la tecnología extranjera.
Por su parte, Japón y Corea del Sur también han aumentado considerablemente su gasto militar. Indudablemente EEUU sigue siendo de lejos, el país que más gasta en armamento en el mundo.
En Latinoamérica se vive una situación similar. El Comando Sur como es su costumbre, ha afianzado su presencia en lo que consideran “su patio trasero” en las lógicas de la Doctrina Monroe.
En América Latina, Estados Unidos con las visitas de los últimos años del Secretario de Estado Antony Blinken y de las recientes de Laura Richardson en cabeza del Comando Sur, busca mantener su debilitada hegemonía.
Vale decir que EEUU mantiene unas 800 bases militares fuera de su territorio, de las cuales 76 operan en Latinoamérica y el Caribe.
Con estas visitas y acuerdos con Ecuador se borró de un plumazo el principio de la CELAC, proclamado en el 2014, de convertir a la región en Zona de Paz.
Colombia años tras años ha sido el país receptor de la mayor asistencia militar de EEUU en América Latina, en el actual mandato de Biden ha sido superado por Ecuador. Igual que Colombia, Ecuador ha firmado acuerdos con los Estados Unidos que permite a la Fuerza Aérea de EEUU usar los aeropuertos en territorio ecuatoriano, sobre todo en las islas Galápagos y San Cristóbal con la pretensión de “combatir el narcotráfico”.
Ecuador también retomó los programas de formación de sus militares en los EEUU, reviviendo lo acontecido en la Escuela de las Américas, pasando por encima de las recomendaciones de la Comisión de la verdad de Ecuador 2010 titulada: “sin verdad, no hay justicia”, donde se señalaba la importancia de no autorizar la formación de sus militares en escuelas que tengan antecedentes en la enseñanza de prácticas contraria a la de los derechos humanos. Vale recordar que en tiempos del Gobierno de Correa, en 2009 se decidió no renovar el acuerdo con EEUU del uso militar de la Base aérea de Manta; también en 2012 había retirado las tropas del entrenamiento militar en WHINSEC antes Escuela de las Américas.
Perú corre la misma suerte. En Colombia, por su entreguismo a EEUU desde antes del Plan Colombia, sufre las consecuencias en materia de profundización de la guerra sucia, de la preparación de un ejército base para alimentar el mercenarismo global, de las alianzas y apoyo-conformación del paramilitarismo, de unas Fuerzas Armadas mancilladas por el servicio a los carteles del narcotráfico, de esa relación entre Plan Colombia y aumento de los asesinatos de personas en estado de indefensión, mal llamados «Falsos Positivos», entre múltiples crímenes, no ha sido óbice para que la región caiga en este juego de poder con las nefastas consecuencias para los pueblos, comunidades y la naturaleza misma.
La relación del Estado colombiano con EEUU ha condenado a las Fuerzas Armadas a un doble entreguismo: a los intereses de Estados Unidos y a los de las mafias narco-paramilitares. Lógica entreguista que se sigue dando en el actual gobierno, así sea con lenguaje “verde-progresista”.La Colombia del futuro requiere de unas Fuerzas Armadas que defiendan la nación, al pueblo, los intereses de todos los colombianos, no los de una élite.