La hegemonía del imperio norteamericano impone un orden colonial de despojadores y despojados, mantenido con el terror que aplica a quienes se rebelan, como el gobierno socialista de Allende en Chile, al que derrocó un 11 de septiembre de 1973.

En suelo americano, este imperialismo combate toda expresión política que impulse la justicia social y la autodeterminación nacional, para resguardar este continente como su Espacio Vital, por esto les hace la guerra por todos los medios, principalmente ejecutando lo que llama Disuasión con Terror. Sherman Kent uno de sus estrategas explicó en 1949, que “la guerra se hace con armas no convencionales, con guerra política y guerra económica (…) esta consiste en la zanahoria y el garrote: el bloqueo, la congelación de fondos, el ‘boicot’, el embargo y la lista negra por un lado; los subsidios, los empréstitos, los tratados bilaterales, el trueque y los convenios comerciales por otro”.

Disuelta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) en 1991, desapareció el contrapeso que tenía el imperialismo norteamericano, lo que aprovechó para estructurar un orden mundial unipolar, para imponer la Globalización Económica Capitalista, en la que Estados Unidos y sus potencias aliadas saquean y despojan a las naciones del sur del mundo; reglas endurecidas con la denominada Guerra Global contra el Terror, decretada luego del autoataque que perpetró a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001; en esta Guerra invadió a Irak y a Afganistán, de donde tuvo que salir derrotado.

La crisis financiera de 2008 precipitó la declinación de este imperialismo, además que el surgimiento de nuevas potencias lo comenzaron a retar económica y militarmente, abriendo campo para crear un polo de poder mundial alternativo, que desarrolla otros modelos de economía, sustentados en valores diferentes a los occidentales que dicen seguir el imperialismo y sus aliados, quienes creen que los de ellos representan la civilización, mientras que los valores del polo alternativo corresponden a la barbarie; pero, la miseria de los valores occidentales ha quedado al desnudo, en el Genocidio que perpetran contra el pueblo palestino.

La historia enseña que cada Globalización acarrea declinación al imperio hegemónico, al tiempo que agranda el abismo entre ricos y pobres, creando condiciones para la guerra y la revolución. EEUU persiste en imponer un Dominio Global de Espectro Completo, manteniendo más de 800 Bases Militares fuera de su territorio, que demandan un gasto militar mayor que la suma del que hacen las 10 potencias militares más grandes; estrategia imperialista que desembocaría en otra Guerra Mundial. Un camino distinto sería que EEUU acuerde una arquitectura de seguridad global compartida con la República Popular China y la Federación Rusa, en vez de tratar de intimidar y someter a estas grandes potencias, con sangrientas guerras indirectas, como la de Ucrania.

El orden de injusticia que predomina en América latina y el Caribe, es mantenido por EEUU y sus vasallos, porque con él chupan la sangre de estos pueblos. El mejor ejemplo, es Colombia donde hasta las más tibias reformas, son saboteadas por la élite dominante proimperialista, a quienes hay que recordarles lo dicho por un mismo presidente estadounidense, J. F. Kennedy: “los que hacen imposible una evolución pacífica, harán inevitable una revolución violenta”.

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