Hacía ya varias décadas que se venía dando la pelea porque esta salvaje diversión fuera prohibida. Sin embargo, se argumentaba que la tauromaquia hacia parte de una tradición y cultura. La realidad es que esta es una herencia perversa de las costumbres colonialistas. Cualquier forma de diversión o espectáculo que se base en causarle daño, maltrato o muerte a un animal, no puede considerarse tan siquiera como una forma de entretenimiento, es una práctica de crueldad y tortura.

El hecho en sí mismo es antisocial y nos debe llevar a reflexionar, ya que pasar la página de la Guerra implica cesar cualquier acto que ejerza crueldad sobre los Seres Sintientes y sentipensantes, no podemos hablar de paz mientras nos satisfaga como sociedad la tortura y la barbarie, así sea en contra de un animal. Este tipo de actividades además son opuestas al sentido de comunidad y armonía con la naturaleza, al respeto a la vida; incluso a derechos arrancados al propio régimen, como el logrado hace poco tiempo con el reconocimiento a los animales como seres que “recibirán especial protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”: Política nacional de protección animal.

La llamada tauromaquia es realmente tortura, ha sido una de las diversiones de mafias y oligarcas, al ser un espectáculo literalmente de muerte que impulsa la violencia. Basta ver quienes se opusieron e intentaron a toda costa impedir la aprobación de este proyecto de ley: los Representantes del Centro Democrático seguidores del ex presidente Uribe; los mismos que, como el torero, posan de valentía y arrojo ante el débil.

Los guerreristas trataron de defender y sostener la diversión barbárica, como siguen tratando de mantener la violencia y la guerra como mecanismo de imposición y despojo. En hora buena ponerle fin a esta práctica contra los animales. Acabar con la hegemonía de los cultores de la muerte y sus prácticas, es la tarea que del pueblo que defiende la vida.

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